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10 Fantasma: Los ojos de ella

El fantasma de nuestro depósito es mujer. No me pregunten todavía cómo lo sé. Es una chica: por lo que pude ver, la muerte la debe haber alcanzado cuando todavía era demasiado joven. Y en vida debe haber sido preciosa. Se siente raro, un tanto incómodo, decir que una aparición fantasmal es, o fue, preciosa. Pero no hay palabra más adecuada. Sus ojos son profundos. Sí, los vi. Vi sus ojos de lleno, amplios. Hubo un momento eterno en que mis pupilas y las de ella formaron un cauce, una conexión imposible. No sé cómo explicarlo. Sus ojos son como un agujero negro y cada vez que se posan sobre algo es como si lo drenaran, como si lo absorbieran hacia sí. A pesar del salvajismo de su mirada, a pesar de la intensidad drenadora, similar a la fuerza destructora de mundos, sus ojos eran… titilantes. Su mirada era profunda, sí, pero, de alguna manera… tierna. Todo su globo ocular estaba teñido de negro. Pero de un negro triste, de un negro melancólico, nunca sombrío, nunca demoníaco.

Sí, la vi. Vi sus ojos de lleno. Vi su rostro y su cuerpo etéreo. Nada en ella tiene color. No hablo de transparencias ni nada similar, no: toda ella es del más puro color gris. Sus zonas más oscuras, negras. Sus zonas más claras, blancas. Pero nada más. Nada más.

Jueves 2 de Marzo de 2017 | BLOG