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Feria en Escuela Misericordia- Invitado: Luis Mey

 

Hoy termina la Feria del libro en la escuela Misericordia, en Mataderos. La experiencia no podría haber sido mejor, es uno de esos pocos lugares que hacen que uno se sienta bien nada más llegar. Se hace notar mucho el interés y la curiosidad de los estudiantes por los libros y el arte y la cultura en general, detalle que no es menor en los tiempos que corren.

 

 


   


Me hace acordar a la primera vez que hicieron una feria en la escuela primaria a la que yo iba, allá lejos y hace tiempo. Claro que ese lugar no era este lugar, en principio era una primaria, y la mayor parte de las cosas que hacíamos estaban ceñidas a rajatabla al plan de estudios. Sin embargo, un día trajeron una feria del libro. No nos habían avisado: así como así, en horas de clase, nos sacaron del aula y nos llevaron al salón de eventos. Había mesas y mesas cargadas de libros, y a mí me brillaban los ojos. Mi escuela, a diferencia de la Misericordia, no tenía biblioteca. El cuartito al que le llamaban así era más bien un depósito de mesas rotas y papelerío, y ninguno de nosotros podía entrar. Entonces, para mí, todo eso era nuevo. Los libros que se derramaban en las mesas no eran sólo las lecturas obligatorias de la escuela, esas que nos hacían leer para después responder preguntas específicas y concretas que no tenían en cuenta el alma de los libros (y por lo tanto hacían que los viéramos como algo obligatorio, como "tarea" y termináramos escapándoles), no, había de todo, cuentos, novelitas, libros ilustrados, de experimentos, de ciencia, de actividades. Para mí todo eso era nuevo. No creía que esas cosas pudieran estar escritas, o si lo estaban, no imaginaba que estuvieran hechas para chicos. La feria que estamos haciendo me hace acordar al mundo nuevo que descubrí ese día y que nunca abandoné desde entonces. Pero eso que yo descubrí ese día es algo a lo que estos chicos están expuestos todo el tiempo por el trabajo constante de sus docentes.



Por eso, para conectar aquella feria con esta, o para conectar aquella escuela con esta, hay que salvar una gran distancia. Casi abismal, diría. Es que la escuela Misericordia se preocupa por mostrar la cara viva de las cosas (esa es, al menos, la impresión que me da, la impresión que se refleja en la actitud de los estudiantes). A veces el conocimiento se aleja de la vida de la que sale y se vuelve inconexo, pesado, gris, y sólo los buenos profesores saben cómo volverlo a conectar con lo que se mueve y respira, sólo una buena escuela puede hacer que el plan de estudios sea algo más que temas apilados y superpuestos. Acá lo hacen, sin duda. Se nota: hay mucha curiosidad rebalsando por todos lados, hacen muchas preguntas, tienen muchas ganas de hacer y crear y conocer, y eso es lo mejor que le puede ocurrir a alguien en etapa de formación. Todo ese ambiente tan lindo y tan fluido nos hizo sentir muy cómodos, y nos vamos con una sonrisa.



La escuela, los profesores, los directivos, Gisela y Angie, las bibliotecarias, Walter, el portero de sonrisa eterna, Susana, que no nos dejaba estar sin algo caliente para tomar, los alumnos, todos pusieron mucho de su parte para que las cosas salieran así de bien. Eso es lo mejor que puede pasar. Generalmente, sin embargo, no ocurre de esa manera: la falta de interés se vuelve una pared. Acá, los chicos prepararon los afiches y toda la decoración, la escuela nos ayudó a organizar las actividades y todos pusieron su voluntad y sus ánimos.

El miércoles, por ejemplo, hicimos un taller de escritura con algunos cursos, en donde una compañera estuvo dando nociones sobre el arte de escribir y las razones y las maneras para hacerlo, y los alumnos armaron un librito con lo que descargaron en el papel.



El jueves visitó la escuela Luis Mey, autor de libros como Las garras del niño inútil y Los pájaros de la tristeza. Librero durante muchos años, tallerista y escritor de oficio inquebrantable, estuvo durante horas y horas hablándoles a los chicos sobre lo que significa realmente escribir y respondiendo las muchas preguntas que todos le hacían. Fue una tarde genial, Luis puso todo de su parte y dejó a toda la escuela encantada con sus palabras y su carisma.



  


 

Hoy es el último día, y nos vamos contentos. Ojalá los chicos también lo hayan pasado así de bien.

Viernes 16 de Junio de 2017 | Novedades